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Convivir dejó de ser una meta y más mujeres eligen la soledad

Amanecer cruzada en la cama de dos plazas, desperezarse, chequear el celular. Luego salir de la habitación y poner la pava al fuego. Todo en bombacha, qué importa. Encender el televisor y el equipo de música al mismo tiempo. Planear el día: trabajo, entrenamiento o estudio, salidas con la pareja o con amigos. O, por qué no, reactivar esa cita pendiente. Son mujeres que andan sueltas, que reivindican el placer que les ofrece el hecho de vivir solas. Con ellas la soltería –entendida en los términos de dilatar la convivencia o no estar en una relación estable– deja de ser un estigma para convertirse en una alternativa más.

Estas mujeres valoran su tiempo libre, tomar decisiones individuales, los ratos de silencio. Tienen, en general, un título y una economía que les permite sostener solas su hogar. De acuerdo a estadísticas de la Ciudad, en los últimos cinco años creció la cantidad de hogares unipersonales. El 36% de la viviendas porteñas lo habita una sola persona y de ese total, 4 de cada 10 es una mujer, sobre todo en los barrios del norte como Palermo, Belgrano y Recoleta. Y la Ciudad toda está dominada por los solteros, que representan el 30,4% de la población.

Dibujo de Indala Candelas

En Europa, rápidos para ponerle nombre a cualquier conducta social que pueda transformarse en un nicho de consumo, los bautizaron “singletons”. En nuestro país siguen siendo “solteros” o que eligen estar en pareja pero con cama afuera. Así se diluye el estereotipo de la mujer sola que sufre el aislamiento y cuya única compañía es una mascota porque no pudo establecer un vínculo amoroso con otro u otra.

Las mujeres que eligieron no convivir fue materia de estudio de la prestigiosa médico psiquiatra Marie France Hirigoyen. En su libro “Las nuevas soledades. El reto de las relaciones personales en el mundo de hoy”, que fue traducido a 24 idiomas, dice: “Para muchas mujeres, la vida en el marco de la pareja tradicional se presenta como un obstáculo para su éxito profesional y su realización social. Es lo que explica que sean cada vez más las que rechazan la vida cotidiana con un hombre al considerar que eso añade una carga suplementaria a una vida de por sí cargada. Sin duda desean el amor, pero se niegan a perder su autonomía”.

Dibujo de la artista mexicana Idala Candelas

Para el sexólogo Walter Hugo Ghedin privilegiar la soledad no es un snobismo ni anula el amor y el sexo. Lo que excluye es la convivencia. “Estas mujeres se afirman en su deseo y lo defienden. Y a costa de saber que si no se dan las condiciones de pareja deseadas, no cederán. La búsqueda de satisfacción, de gratificación y el evitar experiencias amorosas que se vislumbran como ‘complicadas’ es motivo suficiente para reafirmarse en la soledad. Para muchas es una declaración de principios, una identidad”, explica Ghedin.

Bien: no son “antipareja”. ¿Será que les asusta convivencia? ¿Ya la experimentaron y fracasaron? “Sus conductas, como las motivaciones que las mantienen en ese estado, son muy variadas. La soltería, a veces, es una muralla protectora También hay solteras ‘por elección’ y solteras porque creen que no les queda otra opción, ya que no encuentran al ‘príncipe azul’. O la experiencia las hizo exigentes: empeñadas en la búsqueda de un ideal imposible, desechan al hombre posible. Las solteras no son todas iguales”, apunta la psicoanalista Ana Delgado.

“Es cierto, nos somos todas iguales –opina Natalia Osen, 35 años, abogada–. Yo estuve de novia tres años. La convivencia no fue fácil y nos separamos. Después salté de relación en relación, hasta que conocí a mi pareja. Sin embargo, no volvería a compartir una casa con un hombre”. “Ya tengo mis mañas de sola –aporta Vanina Scudé, 32 años, maestra– y me doy cuenta de que me cuesta compartir. De hecho, cuando invito a alguien a mi casa, me siento invadida”

Fuente: Clarin

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