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El escándalo tributario internacional roza de nuevo a Uruguay

Ya en junio del año pasado informábamos en este espacio que la corte de París había acusado formalmente al banco HSBC en Suiza de asociación ilícita, blanqueo y asociación para la comisión de fraude fiscal por aproximadamente US$ 5.418 millones. ¿Con qué fundamento? La información sustraída en 2008 por un exempleado de la institución, el hoy célebre Hervé Falciani, que involucra a más de 130 mil supuestos evasores incluidos en la denominada “lista Falciani”.

Pues este año comenzó con un nuevo escándalo tributario: el SwissLeaks, la filtración por parte del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) de la identidad de los más prominentes personajes de la “lista Falciani”, entre los que figuran Vladímir Putin, David Bowie o, de mucho más impacto para nuestra prensa local, Diego Forlán.

Para entender con mayor claridad el fenómeno detrás del SwissLeaks, abordamos el tema en esta primera edición del año de Consultor Tributario, respondiendo a tres preguntas básicas: ¿Es lícito tener cuentas bancarias en Suiza? ¿Qué consecuencias tiene esta filtración para los involucrados en la “lista Falciani”? ¿Qué impacto concreto tiene para Uruguay este escándalo mediático?

¿Es lícito tener cuentas bancarias en Suiza?

Tener depósitos en instituciones financieras de Suiza no implica en sí mismo un acto ilícito. Sin embargo, esta respuesta resultaría ingenua o incompleta si no fuéramos un poco más allá, tanto desde el punto de vista teórico como práctico. Me explico.

Desde una perspectiva teórica, en términos generales es muy extraño que un sistema fiscal en el mundo considere ilícito mantener cuentas bancarias en territorios extranjeros, aunque es común que estimule a su propia plaza financiera nacional, por medio de exoneraciones o impuestos bajos, o que desestimule las colocaciones en territorios considerados opacos o de baja o nula tributación, por ejemplo mediante normas que obligan a transparentar rentas o que disponen de gravámenes adicionales para rentas de esos territorios.

Más allá de la anterior precisión, sí debe reconocerse que la mayor parte de los sistemas fiscales del mundo en la actualidad adoptan los criterios de “renta mundial” y de “extraterritorialidad” para alcanzar las rentas y los activos de sus contribuyentes en cualquier lugar del mundo, exigiendo que dichos contribuyentes declaren las cuentas en el exterior y paguen impuestos sobre las rentas que obtengan a partir de ellas.

Pero además de esta aproximación teórica, sería una ingenuidad práctica negar que muchos de los nombres incluidos en la “lista Falciani” pueden efectivamente estar asociados a casos de evasión fiscal. Lo están aparentemente algunos franceses y españoles, según información de los fiscos de sus países, y también algunos de los incluidos en la famosa lista de los “4040”, que persigue actualmente el fisco argentino. Algo, por lo demás, que no debería extrañarnos, en la medida en que Suiza ha sido una jurisdicción empleada tradicionalmente por empresas y grandes fortunas como refugio por su secreto. Situación que comenzó a cambiar drásticamente a partir de la decisión de Suiza, similar a la de Uruguay, de acogerse a los estándares internacionales tributarios a partir de 2009.

¿Qué consecuencias tiene esta filtración periodística para los involucrados?

La información divulgada en los medios no tiene más impacto para los involucrados que el mediático; algo nada menor por cierto en los tiempos actuales, en los que se produce una revolución paradigmática de la moralidad tributaria internacional.

Sin perjuicio de esto, los fiscos que accedieron a esta información sí pueden usarla en el marco de sus actuaciones inspectivas, para liquidar impuestos que entienden que sus contribuyentes no pagaron. Así lo ha hecho Francia y, más recientemente, Argentina.

En caso de que esta información fuera utilizada por los fiscos en el marco de procesos judiciales, podría argumentarse que no es una prueba válida, puesto que su origen fue el robo de información por un empleado del banco HSBC –tesis del fruto del árbol envenado–. Aunque también existen argumentos en contrario, en la medida que, estrictamente, el fisco francés se hizo con la información al inspeccionar a Falciani, “limpiando” su origen ilícito –tesis de la casualidad–.

¿Qué impacto concreto tiene para Uruguay este escándalo mediático?

Ante todo, Uruguay tiene a partir de 2011 un interés en conocer si sus contribuyentes han declarado y pagado correctamente sus impuestos por colocaciones en el exterior. Si el fisco uruguayo accediera a esta información en el marco de sus acuerdos de intercambio de información tributaria vigentes –por ejemplo con Suiza, Francia o Argentina– podría iniciar actuaciones inspectivas o cruzamientos de datos a partir de herramientas de inteligencia fiscal, dirigidos a detectar inconsistencias u omisiones. Y esto sin mezclar en ningún momento el caso de Diego Forlán, puesto que en los años en que supuestamente mantenía cuentas en Suiza no existía este impuesto en Uruguay ni era evidentemente residente uruguayo.

Pero fuera de lo anterior, el impacto mediático sufrido por Uruguay, especialmente en Argentina, ha venido por el número desproporcionado de depositantes uruguayos divulgado en el marco del SwissLeaks. Ello se debe a la tradición histórica de nuestro país durante las últimas décadas como plaza de venta de sociedades comerciales para ser utilizadas por extranjeros en el exterior. Cuando esta práctica se extiende sin el control necesario, la reputación del país puede verse afectada por escándalos como fue la tragedia de Cromañón de 2004 –el propietario era una sociedad off shore uruguaya–, o es hoy el SwissLeaks.

Como expresó el ministro de Economía, Mario Bergara, en entrevista concedida a Consultor Tributario y publicada en el último número de 2014, Uruguay ha revertido esta tradición y apostado en los últimos años a la transparencia en materia tributaria de manera decidida y contundente. Claro que cambios políticos de tamaña importancia requieren de tiempo y perseverancia para terminar de cristalizar. l

EL OBSERVADOR

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