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La reescritura de un clásico que no deja de emocionar

Intentar llevar a la pantalla grande un clásico de la literatura siempre es un riesgo. Más en el caso de El Principito, que es un libro adorado por niños y adultos, pero además complejo y que ofrece nuevas lecturas cada vez que se lo repasa.

Pero Mark Osborne —director de Kung Fu Panda— logró salir airoso de esa apuesta. Gran parte de ese triunfo es gracias a que esta versión de El Principito no es una adaptación exacta, sino que la historia se enmarca dentro de otra trama.

El film se desarrolla en una ciudad que recuerda a la Metrópolis (1927) de Fritz Lang o a la sociedad descrita por Aldous Huxley en Un Mundo Feliz, donde las personas están obsesionadas con el trabajo y la productividad.

Allí vive una niña —nunca se menciona su nombre— con su madre, que la presiona constantemente para que se enfoque solamente en el estudio y sea digna de la prestigiosa academia Werth.

Durante el verano, en el que debería estar estudiando, la niña conoce a un viejo extravagante y simpático que vive en la casa de al lado (similar al argumento de Up), que resulta ser el aviador de El Principito.

A través de sus manuscritos y dibujos, él le cuenta la historia de aquel pequeño príncipe que conoció en el desierto del Sahara, y así intenta que la niña vuelva a ser justamente eso, una niña. En esa sociedad donde el disfrute es algo secundario, la filosofía del piloto logra cambiar la vida de la chica.

Con una estética de animación de ojos grandes y cuerpos pequeños (típica de Pixar) para la parte actual, y una de papel con técnica stop motion para la parte del cuento de El Principito, los pasajes están muy bien logrados. Los cambios son orgánicos y visualmente ambos momentos son muy placenteros.

La música, a cargo del siempre excelente Hans Zimmer, cumple un cometido que a veces algunos compositores olvidan: que la imagen se luzca aún más y refuerce las emociones en los momentos más intensos, en algunos casos forzando el llanto.

Esta adaptación del clásico de 1943 es una versión simplificada y actualizada —gracias al mundo distópico donde se desarrolla— que aunque mantiene el mismo mensaje del libro e incluye citas textuales, es más directa que la historia original. No hay tantas metáforas.

Esa sencillez del mensaje no es algo negativo, al bajar sus pretensiones, Osborne hace que las probabilidad de fracaso sean menores. Al tratarse de lenguajes diferentes, es esperable que la complejidad sea otra.

El Principito es una película entretenida, de calidad, emocionante y de gran presupuesto. La historia se mantiene apasionante hasta el tercer acto, donde baja la intensidad. Pero no arruina nada.

El principito [****]

Título original: Le Petite Prince. Director: Mark Osborne. Guión: Irena Brignull y Bob Persichetti. Producción: Dimitri Rassam, Aton Soumache y Alexis Vonarb. Música: Hans Zimmer y Richard Harvey. Basada en: «Le Petite Prince» de Antoine de Saint-Exupéry.

Fuente: El pais

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