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Maestra rural, sin luz y a 230 Kms. de casa

Cada domingo a la medianoche, Iris Peralta junto a su hija de 5 años deja su casa en Fray Bentos para recorrer los 230 kilómetros que la separan de su lugar de trabajo: la pequeña escuela de Rincón de Ramírez, departamento de Río Negro, a la que asisten tres alumnos (más su niña) y a la que aún no ha llegado la luz.

 

Llegan sobre las seis de la madrugada a pueblo Grecco. Allí se toman un taxi que la maestra paga con dinero de su bolsillo para llegar a destino.

 

Cuando se aproxima el fin de semana, madre e hija cierran las puertas de la escuela para empender el largo recorrido de vuelta a casa y el ansiado reencuentro de la pequeña con su padre, quien queda en Fray Bentos trabajando en su carpintería. De lunes a viernes, la escuela es su hogar.

 

«El campo no lo cambio por nada», confiesa Iris, quien lleva 19 años como maestra y de esos, solo uno trabajando en la ciudad. Sus otros dos hijos, hoy de 19 y 20 años, también acompañaron a su mamá a cada destino. Así hicieron primaria hasta quinto año.

 

«Mi decisión se debe a la tranquilidad del medio y el apoyo de la gente. En ciudad, los padres poco van a las escuelas por sus hijos», confiesa.

 

Enseñar por sobre cualquier cosa

 

La vocación por enseñar ha hecho que la palabra «obstáculo» no exista en la vida de Iris. No importa el clima. Tampoco la ruta y si hay o no transporte disponible. Ella se las arregla. Siempre anda buscando «tiraje», como ella llama a la «aventura» obligada de buscar siempre alguien amable que la traslade.

Las comodidades casi no existen. En la escuela en la que hoy da clases y vive junto a su hija y la auxiliar, no hay energía eléctrica. Tienen un calefón a gas y una deteriorada estufa a leña que alimentan con leña que dona la estancia que tienen más cerca y de donde vienen los únicos alumnos. Y aunque les dan el almuerzo, no tienen heladera. La comida la guardan en una casa vecina a 500 metros de distancia.

«Viste lo que hacemos…Las hemos vivido casi todos los maestros rurales», cuenta entre risas. Y aunque seguiría de por vida dando clases en el campo, Iris planea «hacer el esfuerzo» de trabajar en la ciudad para que su pequeña tenga contacto con otros maestros previo al liceo.

 

Hablame de vocación…

*FOTOS: Gentileza de Marcos Francia, de Monitor.com.uy

Fuente: mujermujer

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