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Mi hijo hace, yo comparto

La era cibernética no para de instalar nuevos verbos en el lenguaje común: hoy se googlea, se chatea y se whatsappea. Pero entre quienes son padres —y también para los que estudian las redes sociales— hay un nuevo vocablo que está llamando la atención: el sharenting. Eloversharenting, para ser más precisos. Eso que hacen los sharents.

¿De qué se trata? Simplemente, de la unión entre dos conceptos: to share, compartir, y parents, padres. Según la definición oficial del diccionario Collins, sharenting es compartir detalles sobre los hijos en redes sociales. «Esta práctica puede comenzar incluso antes del nacimiento, con el posteo de ecografías intrauterinas en Facebook», agrega la publicación sobre este hábito que muchos padres han adquirido y que pocos cuestionan.

La mayoría de los papás de los niños y adolescentes de hoy se conectó en estas redes llegando a la adultez y rápidamente comenzó a subir información y fotos de su propia vida. Por lo tanto, para ellos es natural continuar haciéndolo con sus hijos. No suelen preguntarse sobre qué límites debieran ser respetados. Y así se han podido ver en línea muchos excesos, desde cantidades agobiantes de material —pura y simple chochera que puede terminar por aburrir a los demás— hasta fotos de niñerías que avergüenzan a los adolescentes. Y también posteos que han recibido lluvias de críticas, como el caso de una madre que divulgó el primer período de su hija.

«Nada es peor, en mi opinión, que las fotos y descripciones detalladas de los fluidos corporales», ejemplifica, desde su departamento en Nueva York, la bloguera y escritora Blair Koenig, quien creó el blog STFU Parents para llamar la atención hacia este fenómeno. «He visto fotos realmente asquerosas. No me importa si la caca de su hijo tiene forma de serpiente, ¡no quiero verla! El nacimiento, siendo un proceso hermoso, cae en la misma categoría. Si somos honestos, mucha gente diría que no quiere ver una galería de imágenes documentando la placenta, el cordón umbilical, que a muchos les gusta subir a las redes».

Aunque Blair comenzó su blog en 2009, se cree que el primero en usar el verbo oversharenting (exceso de sharenting) fue el periodista Steven Leckart, especializado en tecnología, quien en mayo de 2012 escribió una columna en The Wall Street Journal aludiendo al tema. Bajo el títuloThe Facebook-Free baby (Un bebé libre de Facebook), explica por qué decidió que no subiría fotos de su hijo —entonces un bebé de tres meses— en ninguna red social. Ni imágenes, ni información. «Nunca le diría a nadie cómo debe criar a sus hijos, pero he decidido marcar una diferencia con el mío», apunta. «Soy un usuario de las redes por opción, no obligadamente. No es que quiera que mi hijo permanezca escondido del mundo (…). Pero si quiere formar parte de las redes, será eventualmente su decisión, no la mía».

Según Blair, que un padre como Leckart tome esta opción es un fenómeno reciente, una respuesta a la oleada de excesos que la llevó a crear su blog. Y que refleja la falta de criterios claros con los que se utiliza la comunicación virtual. «Hoy, el espacio de las redes sociales se ha vuelto tan saturado y lleno de plataformas que muchos padres están dispuestos a ponerlo todo ahí; comparten cada detalle sin piedad por su audiencia. Por el otro lado, hay padres que no suben nada. Se refieren a sus hijos con su inicial y hasta les prohiben a sus amigos o parientes que suban fotos de las fiestas familiares».

Todo por un like.

Para los expertos, el afán por subir fotos e información de los hijos se ancla en la naturaleza misma de las redes sociales. «A los papás les encanta que les respondan, que los otros comenten. La cantidad de visitas o comentarios es lo que en general mueve las redes sociales, y este tipo de fotos e información es la que genera más reacciones. Además, todos sabemos que las dinámicas familiares que se pueden ver en las redes no son fiel reflejo de la realidad. Vivir esa fantasía de dar una imagen perfecta es una motivación más para compartir imágenes de los niños», dice Daniel Halpern, experto en tecnologías de la información de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Chile.

«Hinchados de orgullo, los padres no pueden esperar recibir aprobación a través de un like o, mejor aún, un mensaje personalizado en su atesorado posteo», confirma la psicóloga Raychelle Cassada Lohmann en su blog de la revista Psychology Today.

A veces, también, se busca compañía, contacto con otros padres, sentirse menos solos en su rol de papás. Según un estudio de 2014 del Pew Research Center, think tank con sede en Washington D.C., 75 por ciento de los padres busca en las redes algún tipo de apoyo en su rol parental. Facebook es la plataforma preferida en personas entre 30 y 55 años y su formato resulta ideal para este intercambio. Pero, según el citado estudio, 56 por ciento de los encuestados conoce a otros papás que han caído en el oversharenting.

En otra investigación —dirigida por el departamento de pediatría de la Universidad de Michigan y publicada en marzo de 2015—, la cifra sube al 74 por ciento. No es poco. Pero, ¿por qué hay tanta preocupación entre los especialistas por este tema? ¿Qué podría tener de malo un hábito tan instalado como subir fotos de la familia a la red?

La respuesta está en que los hijos están teniendo una huella digital antes de tiempo. Los adultos la tenemos, pero contamos con más herramientas emocionales para manejar nuestra reputación en línea. Además, sabemos más o menos quienes somos; no estamos en el proceso de formación de nuestra identidad. Por esto, el principal foco de inquietud está en los tweens y adolescentes. Lo que sus padres van dejando en el ciberespacio puede provocarles vergüenza.

Según el estudio de la Universidad de Michigan, 56 por ciento de los padres ha visto a otros papás difundir información o fotos de sus hijos que podría ser calificada como «vergonzosa» y 51 por ciento reconoce haber visto a otros padres subir fotos inapropiadas. Pero, según el Pew Research Center, apenas 12 por ciento de los padres reconoce haberse sentido incómodo al postear algo sobre sus hijos.

«Yo comparo esto con la típica escena que se daba antes, cuando llegaba el hijo con su novia a la casa y los papás empezaban a mostrarle las fotos de la familia, avergonzándolo. No se ponían en el lugar del hijo. Ahora es lo mismo, pero magnificado», acota Halpern.

Sentir vergüenza, y que esa sensación provenga de algo hecho por los padres, es muy dañino, especialmente en el caso de los adolescentes más jóvenes, de 11 a 17 años. «A esa edad», dice Fernanda Díaz, psicóloga especialista en desarrollo infantil y adolescente y académica de la Universidad Adolfo Ibáñez, «los adolescentes experimentan muchos cambios; a veces se sienten ajenos a sí mismos. Que los expongan los hace sentirse aún más vulnerables y esto afecta su autoestima, que a esa edad en general es baja. Esto aumenta en el caso de que esos niños reciban bullying o que sus padres no sean capaces de cambiar de conducta: algunos insisten en que no tiene nada de malo subir esa foto donde el hijo se ve tan lindo, sin pensar en lo que el adolescente pueda sentir o cómo le pueda afectar».

A muchos papás, dice Díaz, les cuesta darse cuenta de que los hijos han crecido, de que comienzan a tener un mundo privado. Los tratan como niños. Esto hace que no surja hacer algo tan simple como preguntarles a los hijos si pueden o no subir ciertas fotos.

En el caso de los más pequeños, el problema es el mismo, pero hipotecado a futuro. Las fotos que fueron inocentes o divertidas en su minuto pueden no tener el mismo matiz años después.

«Me ha tocado ver casos de niños a los que les hacen bullying a partir de una foto en que eran más chicos y se veían gorditos. En los últimos años de Primaria y los primeros de Secundaria, los niños son niños, y juegan con este tipo de contenidos. Los compañeros las buscan y las empiezan a mostrar para burlarse», ejemplifica Halpern.

Cuestión de privacidad.

Los padres suelen creer que las fotos quedarán seguras si se utiliza algún tipo de red cerrada. Pero los expertos concuerdan en que no es buena idea confiarse tanto. «Los padres están descubriendo que una vez que el contenido se vuelve digital, puede ser fácilmente copiado y redistribuido», escribió Steven Leckart.

Según el informe de la Universidad de Michigan, las aplicaciones «no son bien comprendidas por todos los usuarios» y las políticas de privacidad de las redes sociales pueden cambiar. «Lo que hoy se comparte de manera privada no necesariamente se mantendrá privado en el futuro».

El 75 por ciento de los padres que participaron en este estudio piensa que otros papás comparten demasiada información sobre sus hijos y que esto puede afectar a los menores, incluso en términos de su propia seguridad. La investigación registra temores como que extraños puedan identificar el hogar, colegio o zonas de juego de los niños. «En algunos contextos, como cuando existen disputas por la custodia o violencia intrafamiliar, esto implica riesgos significativos», dice el informe.

Fuente: El Pais

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