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¿QUERÉS QUE CAMBIE? ACÉPTAME COMO SOY (¡7 TIPS PARA LOGRARLO!)

Cuando se acepta, se ama y se reconoce la originalidad del otro. “A nadie te pareces desde que yo te amo” dice el poeta Neruda. Cuando uno ama, el otro (novio, pareja, padre, hijo) no se parece a nadie. Porque no hay parecidos en el amor, todos somos distintos. Sin embargo, nos pasamos la vida queriendo cambiar al otro, a los otros, no aceptando como somos y como son lo demás.

Según la Real Academia Española, aceptar, viene del latín aceptare “recibir.”. De aquí surgen diversas acepciones. 1. Recibir voluntariamente o sin oposición lo que se da, 2. Aprobar, dar por bueno, acceder a algo. 3. Recibir o dar entrada. 4. Asumir resignadamente un sacrificio, molestia o privación. Crecer implica recorrer este camino de las 4 acepciones de la palabra Aceptar, en nuestras familias de origen, padres, hermanos, hijos, sociedad.

Esta maravillosa cita de Marai, me acompaña hace tiempo, así como su libro citado y toda su obra. “La mayor tragedia con que el destino puede castigar a una persona” afirma el autor, el deseo de querer ser otro de quien soy. O no saber quién soy y no poder aceptarme. Si vivo deseando ser diferente al que soy, entonces es esperable que lleve una vida de ansiedad, de sufrimiento y frustración.

Los terapeutas trabajamos para ayudar a que la persona, como dice Rollo May, “se elija a sí misma”. Ese es el objetivo. Y para ello hay que amar el destino y sanar para no desear que nada sea distinto a lo que fue. Poder “conformarnos” con lo que somos, implica aceptar como dice el autor húngaro que por este conocimiento no nos darán ningún premio, deberemos aceptarlo en silencio y soportarlo. Es una palabra linda, compleja pero muy clara. El que ama soporta, sostiene. Cuando no amamos es difícil de soportar una relación, por lo tanto no se puede sostener y construimos vínculos frágiles. El que ama soporta la insoportabilidad del otro, o sea que en la intimidad del hogar o de nuestros trabajos, se nos revela, nuestro verdadero carácter, nuestras inosportabilidades. Por eso el amor permite aceptar para poder cambiar. Es un camino paradojal, para poder crecer y cambiar, debo aceptar al otro, pareja, amigo, hijos, padres, que son como son. Cuando uno no se siente aceptado como es, más se “tranca” en lo que soy y no quiero cambiar. O me niego al cambio sosteniendo actitudes infantiles. Al construir vínculos sanos, nos animamos a cambiar, en base a la confianza que ese vínculo nos genera. El miedo nos paraliza y nos hace actuar como niños, con miedo a todo, sin animarnos al riesgo que implica vivir.

El aceptar que nuestros padres hicieron lo que pudieron con las herramientas que tuvieron para su época y con sus dolores y amores a cuestas, puede llevar muchos años. Pero el seguir viviendo tratando de que nuestros padres sean distintos a lo que ya fueron, nos somete a un “sufrimiento neurótico”, difícil de escapar. A su vez, si quiero que sean distintos, es porque creo que si lo que pasó hubiese pasado de manera diferente, yo sería otra persona.

Pero pensando así, cae sobre nosotros el pesimismo fatalista, de que “porque me educaron como me educaron”. Es necesario sanar estas heridas para poder ser padres de nuestro futuro. Solo dejando atrás a nuestro niño, podemos ser padres de nuestros hijos. El que sigue reclamando la niñez que no tuvo, queda atrapado en tristezas que lo frenan en su desarrollo. Aceptar a nuestros padres, dejarlos ir, dejar que vivan los años que la vida nos regale, sin tanto rencor ni reclamo y con mas agradecimiento.

Aceptar que nuestros hijos tienen su forma de ser, su temperamento, no querer cambiarlos porque no responden a nuestro ideal de cómo deben ser. Solo cuando los acepto, dejo de luchar, entonces puedo generar un vínculo que facilite el desarrollo de sus potencialidades. Aceptar que el otro del otro, soy yo y que si descuido al otro me descuido a mí mismo.

Aceptar  a nuestra pareja, porque la vida nos regala la chance de crecer juntos y “nosotros los de entonces ya no somos los mismos”. Hemos crecido juntos, no le puedo pedir a el o ella que “ya no es el/la misma/o que antes” como un reclamo. Claro que no somos los mismos, porque somos siendo y el ser humano se hace a sí mismo. La dificultad por aceptar a nuestra familia, nuestro carácter, nuestra historia, nuestro país, nos mantiene por fuera del mundo real, refugiándonos en cómo nos parece que tendría que ser el otro y el mundo que nos rodea. Por querer adaptar el mundo a nuestra forma de ser, me condeno a sufrir y a luchar internamente.

Para poder regalarle al otro el don del cambio, no hay mejor estrategia que decirme y decirle  como dice el poeta “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”, o “ uno solo es lo que es y anda siempre con lo puesto”. Es decir, este soy yo, con virtudes y defectos y camino contigo hacia un futuro compartido, somos compinches de ese futuro y cómplices para hacer tu proyecto realidad. Somos uno con el otro, no somos aislados, ni media naranja o medios limones. Somos “Yo-Tu” como planteamos en columna anterior. Esta red de vínculos de aceptar nos ayuda a crecer en el amor y a desarrollar potencialidades en lugar de condenarnos o resignarnos.

El poeta Fernando Pessoa dice: “Cargo con las heridas de las batallas que he evitado”. Por querer evitar batallas, me evito de lo nutritivo que es enfrentarlas. Enfrentar que el otro no es como yo quiero que sea, entonces me permito preguntarme: ¿por qué me afecta? ¿qué es lo que más rechazo en el otro? ¿a que miedos me enfrenta? El otro nos interpela a desarrollar empatía y a aceptar los límites de cada relación.

Aceptar es soltar y confiar. Soltar para que otro nos ayude en el camino y confiar en que el otro al ser como es , no lo intento cambiar, no lo rechazo, sino que lo integro a mi mismo. Lo opuesto al amor no es el odio sino la indiferencia. Amar es aceptar e integrar al otro a mi vida.

Caminos para la aceptación personal y del otro

1. Escucharnos. La clave de la empatía y de la comunicación es escucharse. En terapia de pareja, se usa un recurso muy útil. El terapeuta suele decir “cada uno dice cómo se siente y el otro escucha”. Por lo menos, tener ese espacio 10 minutos diarios. Y los sentimientos de cada uno no tienen réplica. Es como es, debo escuchar y aceptar. No puedo responder “no puede sentirte así, porque yo quise hacer esto para…”. NO. Solo escucho con mirada atenta e intentando comprender.

2. Comunicarse. Hablar, poder decir lo  que sentimos libremente. Hoy día nos cuesta poner en palabras lo que nos pasa. Para ello darnos tiempo para hablar es muy útil aunque al principio nos cueste o nos de pereza.

3. Escribir. La escritura de los sentimientos y pensamientos puede ser una tarea terapéutica muy productiva. Escribo como me siento, lo que me cuesta aceptar del otro y me comprometo a aprender y a descubrirlo. El amor es clarividente dice San Agustin, nos aclara la mirada, no nos enceguece.

4. Acudir a una red social significativa. Salir a reuniones, en grupo, construir valor en nuestra comunidad colaborando socialmente con una obra. O sea, la autotrascendencia que dice Frankl, si me encierro en mi mismo o en mi pareja, me aíslo y me puedo deprimir. El otro y los otros nos ayudan a ser felices.

5. Meditar. Buscar momentos de silencio, puede ser caminando, orando, andar en bicicleta, haciendo deporte. Pequeños momentos de paz en el alma donde dejo los pensamientos fuera y me hago tiempo para perder el tiempo.

6. Ser Creativos. No ser robots, autómatas de nosotros mismos, fusibles laborales que nos quemamos. Hacer algo nuevo, para renovar nuestra interés por el otro, y por el mundo. Darnos tiempo para actividades como reír, jugar, cantar, bailar, donde uno se expresa de otra manera y nos renovamos interiormente.

Fuente: http://uy.emedemujer.com

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