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El pueblo Piedra Sola tiene su sheriff

El pueblo de Piedra Sola ya tiene sheriff. Tras arribar hace 18 meses, el encargado del destacamento Luis González aplicó técnicas policiales urbanas en la campaña. Ahora quiere sacar 50 animales sueltos que llenan el pueblo de estiércol.

Ni el escritor Gabriel García Márquez se imaginó un pueblo como Piedra Sola. El destacamento carece de patrullero. Eso obliga a González a llevar a los detenidos caminando delante de la moto por las calles polvorientas mientras los vecinos observan. «Prácticamente los arrea», explicó un peón de estancia a El País.

Si algún detenido se desacata, González no tiene más remedio que hacerle una llave de reducción, inmovilizarlo con un bastón y luego arrastrarlo hasta el destacamento. Se trata de un edificio nuevo pero despojado. Cuenta con dormitorios, cocina y un par de calabozos.

En los días que va a realizar algún procedimiento, González se levanta cuando todavía está oscuro. Toma unos mates con su esposa y sale rumbo al destacamento sintiendo el olor del campo que sabe cerca, casi del otro lado de la calle, y arriba, en el cielo, todas las estrellas.

En la comisaría se encuentra con su compañero, el agente Gustavo Sicov, conocido como «el Gringo». Apenas sale el sol, los dos policías recorren los alrededores de Piedra Sola en moto o a caballo.

Sicov llegó unos seis meses antes que González a Piedra Sola. Apenas conoció el pueblo, invitó a González a radicarse allí mientras le informaba que estaba vacante el puesto de encargado de la comisaría, según relataron a El País vecinos del lugar. Ambos se conocen de cuando revistaban en la Jefatura de Paysandú.

González no dudó. Con su esposa y su hija de cuatro años partió del pueblo Constitución, Salto, hacia Piedra Sola a mediados de 2012. Intuía que Piedra Sola sería un buen lugar para criar a su pequeña hija. Como no conocía los caminos de balasto del interior profundo —límite entre Paysandú y Tacuarembó— volcó. Llegó a Piedra Sola con solo lo puesto. El auto quedó destruido.

«A mal comienzo, buen fin», dijo el policía a los vecinos.

Ocupó una vivienda de Mevir y enseguida comenzó a recorrer el pueblo con Sicov. A las pocas semanas, ambos policías prácticamente erradicaron el abigeato practicando técnicas de patrullaje e investigación de delitos que habían conocido en Paysandú.

González tiene una formación poco común, según cuentan los vecinos. Era cabo del Ejército cuando, en 2008, decidió pasar a la Policía aprovechando una ley que trataba de facilitar la captación de personal por parte del Ministerio del Interior. Enseguida González fue destinado a un grupo nuevo de patrullaje creado en la Jefatura de Policía de Paysandú. Poco después pasó a la Dirección de Investigaciones sanducera donde estuvo dos años. Revistaba en el Grupo Especial de Operaciones (GEO) cuando recibió el llamado de Sicov.
Bosta.

El escritor colombiano tampoco imaginó que medio centenar de vacas pastaran en una plaza de un pueblo latinoamericano casi todos los días, como si el espacio público fuera suyo y no de los hombres que habitan las casas cercanas.

Las vacas sueltas, propiedad de un individuo de Tambores, el pueblo vecino, no tienen la culpa de esa ocupación. Su dueño las obliga a andar los 28 kilómetros que separan Tambores de Piedra Sola.

Tras combatir el abigeato, González se propuso luchar contra los animales sueltos en el pueblo y en los alrededores. Según estimaciones de vecinos, se trata de unas 200 vacas, 100 ovejas y cincuenta caballos pertenecientes a tres dueños distintos.

Los animales están sueltos desde hace por lo menos cuatro años. «No sé con quién está arreglado uno de los dueños de los animales. Viene del pueblo Tambores y los suelta aquí. Es algo extraño porque no los larga en el pueblo donde vive», afirma a El País el propietario de la estación de servicio de Piedra Sola, Roberto Nelson Rosso.

Hace un mes, González detuvo a esos animales. Los hijos del dueño le tiraron los vacunos encima y lo obligaron a disparar un tiro de intimidación. Los animales, matreros de tanto andar sueltos, no lo atropellaron por poco.

Fueron trasladados a un campo municipal. Poco después, los propios dueños se los llevaron achatando los alambrados. El caso se cerró luego que González recibiera la orden de liberar a los animales y todo siguió como antes.

Al llegar la mañana, las vacas recorren cansinas las calles del pueblo y lo llenan de estiércol. Vecinos y niños sacan las palas. «Uno se levanta con la pala en la mano», dice Rosso.

Horacio Cuadrado, el chofer que lleva liceales de Piedra So-la a Tambores, coincide con Rosso. «Como soy funcionario de la Intendencia de Paysandú, debo cortar el pasto de la placita de Mevir que queda cerca de mí casa. Allí hay una enorme cantidad de estiércol. Lo mismo pasa en las calles del pueblo», señala Cuadrado.

En ocasiones, Cuadrado encuentra 30 o 40 vacas sueltas dentro de Piedra Sola. «Queda horrible. Hay que darle más respaldo a la Policía para poder actuar contra los dueños de esos animales», indica el funcionario municipal.

Todos los días, Cuadrado recorre 52 kilómetros para llevar y traer liceales de Piedra Sola a Tambores. Lo hace por caminos de balasto. Con cerca de 350 animales dispersos en las afuera de Piedra Sola, conducir el micro de la Intendencia sanducera se transforma en una «tarea peligrosa». Los animales no salen fácilmente de la carretera porque se acostumbraron al tránsito de vehículos. «Han provocado muchos accidentes en la ruta entre Piedra Sola y Tambores. No es fácil manejar en ese trayecto», insiste Cuadrado.

Rosso dijo que los dueños de los animales no tienen conciencia de que estos pueden provocar un accidente. «No quieren gastar en un campo», señala.

Cuadrado coincide con el dueño de la estación de servicios. «Son personas que tienen dinero», agrega.

Hace tres años, un peón de estancia de 17 años falleció tras chocar con su moto a un caballo que circulaba suelto por la ruta.
Apenas una calle separa Paysandú de Tacuarembó

En Piedra Sola viven 210 habitantes, la mayoría de ellos vinculados a las tareas agropecuarias. La zona es tan pedregosa que no existe la agricultura ni la forestación.

En el pueblo no hay rancheríos sino casas prolijas, servicios eficientes y convivencia amable

Una calle separa el departamento de Paysandú con el de Tacuarembó. En el lado de Tacuarembó, hay 26 viviendas ocupadas, 23 desocupadas y 88 pobladores; y en el lado de Paysandú tiene 50 viviendas ocupadas, otras 37 desocupadas y 122 habitantes. Son 210 pobladores permanentes en dos jurisdicciones departamentales, lo que a veces es una ventaja y otras un dolor de cabeza.

Piedra Sola, que fue declarado pueblo por la ley 13.167 del 15 de octubre de 1993, es un punto elevado: 247 metros sobre el nivel del puerto de Montevideo, y una divisoria de aguas. Allí surge el arroyo Zapatero, una de las nacientes del río Queguay Grande, que corre hacia el oeste. También se gesta el arroyo Salsipuedes Grande, que va hacia el sur, hacia el río Negro.

La piedra solitaria, una enorme roca basáltica que da nombre al paraje, desde tiempos inmemoriales fue seña de identidad en el cruce de las cuchillas de Haedo y de Santo Domingo, una zona de tránsito, pues por el lomo de las cuchillas los viajeros evitaban cursos de agua y bañados.

De la gran piedra original apenas queda un trozo. Entre 1889 y 1895 fue calada escrupulosamente para construir la estación del ferrocarril y algunas viviendas. El pueblo Piedra Sola se gestó en torno a la estación de ferrocarril de la línea Montevideo-Rivera, de la que surge un ramal de la línea Midland que conduce al litoral. El servicio ferroviario Piedra Sola-Tacuarembó se inauguró en 1891. Entonces transportaba personas, mercaderías y ganado vacuno para consumo y saladeros.

El declive del pueblo, que en el último medio siglo perdió la tercera parte de su población, acompañó la decadencia del ferrocarril, que luce tan vetusto como un museo de la Revolución Industrial. No hay pasajeros desde el 31 de diciembre de 1987.

EL PAÍS

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