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Tesoro en la escuela: una obra que Páez Vilaró pintó por casualidad

Las paredes de la Escuela 74 del paraje Yacuy guardan como un tesoro un mural de Carlos Páez Vilaró. Es un testimonio de 50 años atrás, cuando el pintor y el poeta Guido Castillo quedaron varados una semana en el lugar por efecto de una crecida.

«El campo, viejo y niño, es siempre inocente y sabio». Así dice con el trazo característico y en rojo, la frase que Páez Vilaró y su amigo, el poeta Guido Castillo, dejaron estampada para siempre en la obra.

La escuela, situada en Ruta 3 entre Belén y Bella Unión, estaba funcionando desde hacía poco tiempo. Fue cuando, por obra de la casualidad, la crecida de un arroyo cercano al centro escolar impidió el paso de un ómnibus de ONDA en el que iban Páez Vilaró y el poeta Guido Castillo rumbo a Artigas.

La actual directora del centro escolar, Pricila Erburo, indagó en la historia del caso y contó a El País que todos los ocupantes del colectivo pernoctaron por varios días en la escuela que acababa de construirse.

En esa situación de incertidumbre sobre el tiempo en que pasarían aislados en el lugar, un Páez Vilaró en aquel entonces con 40 años, solicitó la autorización para realizar un trabajo y dejar su testimonio.

Sobre una pared de 5,35 metros de ancho y 2,30 metros de alto acondicionó su base para en el término de seis días a través de sus pinceles dejar el mensaje a los niños que la iban a compartir. La obra se puede apreciar en una de las aulas del centro educativo rural.

Ya han pasado 50 años de la realización de la obra y fue restaurada en una única ocasión por el artista Jorge Salvador. El trabajo se desarrolló durante el año 2002 y contó con la aprobación de su autor.

«Es una reliquia en medio del campo y se mantiene tan conservada como si fuera en un museo. Es increíble que estando en un aula de clases y en donde han pasado tantas generaciones de niños, no se encuentre ningún daño a no ser algún deterioro producido por alguna filtración de humedad», dijo la directora Erburo.

Con el paso del tiempo la obra adquiere mayor protagonismo para la localidad salteña; acaba de ser incorporada a su circuito turístico en una en que llegan visitantes argentinos que se hospedan en las termas del Arapey, cercanas a la escuela.

La directora Erburo dijo que quienes se interesan más por llegar hasta la escuela en procura de observar este mural, son argentinos admiradores de Páez Vilaró.

«Quedan impresionados sobre su conservación y por el cuidado que le brindan los alumnos al estar en contacto diario con esa obra», acotó la directora que se define como una admiradora del artista.

Erburo destacó el hecho de que todas las docentes que la precedieron siempre han puesto especial atención para el mantenimiento de este trabajo de Páez Vilaró.

Además, la docente señaló que este mural tiene para la escuela no solo un valor afectivo, sino cultural muy importante para Pueblo Belén y que en algún momento habrá que realizarle un homenaje al creador de Casa Pueblo en esta escuela.

En la actualidad, con el embalse de la represa de Salto Grande de fondo, la escuela 74 se mantiene prolijamente pintada en su interior y exterior.

El mural que la escuela atesora en su aula compartida, que acoge a niños de edad inicial hasta sexto año, está presente en cada minuto de clase; por sus dimensiones es imposible levantar la vista y no verla.

En los documentos que se mantienen en la escuela no consta que Páez Vilaró o el poeta Guido Castillo volvieran al centro educativo a visitar su obra. Sin embargo, la docente tampoco descarta que el artista recientemente fallecido haya pasado por el lugar en algún momento.

La escuela 74 dista de la ciudad departamental a 70 kilómetros, a 40 de termas del Arapey y del pueblo Belén a unos cinco kilómetros; se llega por un tramo desafectado de la ex Ruta 3.

EL PAÍS

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