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¿Cuándo hay que creer a los que advierten de una burbuja?

Las minutas de la reunión de política más reciente de la Reserva Federal de Estados Unidos, divulgadas la semana pasada, muestran que los banqueros centrales se han estado preocupando por la posibilidad de que los mercados financieros se conviertan en una burbuja, el término para una peligrosa situación sobrevalorada que puede explotar sin advertencia ni piedad.

Los que quieren comprender si los mercados están en una burbuja hoy deberían estudiar la primera burbuja de hace casi tres siglos.

La lección más clara de la historia: los temores sobre una burbuja importan menos que cómo reacciona el público inversionista a esos temores. Según ese estándar, mientras el mercado bursátil actual no es ninguna ganga, no se parece a los clásicos mercados sobre inflados e híper reactivos que los expertos suelen calificar unánimemente como burbujas, como los de 1999-2000, 1929 y 1720.

Esto proviene del libro más impactante visualmente y, en mi opinión, uno de los libros de inversión más importantes del año pasado: «The Great Mirror of Folly: Finance, Culture, and the Crash of 1720», publicado en noviembre por Yale University Press. El tomo conmemora una serie de grabados, poemas, obras de teatro y prospectos que fueron publicados por primera vez en Amsterdam hace 294 años.

Con comentarios de un equipo estelar de investigadores incluido el ganador del Premio Nobel de Economía Robert Schiller y los profesores de finanzas William Goetzmann y Geert Rouwenhorst, todos profesores de Yale, el libro es en parte una réplica de decenas de grabados espectaculares y en parte una serie de ensayos académicos sobre la primera crisis financiera internacional del mundo.

En cuestión de meses en 1719 y 1720, muchas de las principales acciones en Francia, Gran Bretaña y Holanda subieron unas 10 veces en valor y luego colapsaron con casi la misma rapidez. Muchos inversionistas de distintas posiciones económicas, incluyendo a Isaac Newton, soportaron pérdidas que a menudo superaron el 90%.

Algunos economistas e historiadores sostienen que las burbujas se producen por la locura de la muchedumbre: inversionistas que se vuelven irracionales en masa.

Pero es difícil sostener que los inversionistas en 1720 eran completamente irracionales, afirma Goetzmann: casi todas las empresas en el auge buscaron capitalizar el comercio con EE.UU., y la mayoría estaban organizadas como corporaciones con valores que cotizaban en bolsa, una estructura que extendió el riesgo y brindó liquidez como nunca antes.

«Los inversionistas en ese momento reconocían que estas podían ser innovaciones transformadoras», dice Goetzmann. Y el comercio transatlántico y la propiedad corporativa cambiaron el mundo durante los siglos siguientes.

Eso quiere decir que la gente que compró acciones de esas empresas no se equivocó. Sólo terminaron pagando demasiado por tener razón: como los inversionistas en empresas de Internet en 1999.

No es fácil identificar una creencia así de universal entre los inversionistas de hoy en día, no se ve que piensen que el mundo es atravesado por una fuerza positiva irresistible. Las tasas de interés artificialmente bajas fijadas por los bancos centrales, aunque potentes, difícilmente son un salto tecnológico.

Otra señal para estar atentos: en todas las burbujas, siempre hay gente que intenta romperla al declarar que los activos financieros están sobrevalorados. Al principio, explica Goetzmann, esos escépticos ganan atención respetuosa. Pero eventualmente, los inversionistas se vuelven contra ellos.

Sólo piense en Warren Buffett, quien en 1999 y comienzos de 2000 era considerado como un «dinosaurio» y «fuera de sintonía» por negarse a comprar acciones tecnológicas. Cuando le pregunté en enero de 2000 qué opinaba de eso, Buffett respondió con calma: «Sé lo que sucederá. Sólo que no sé cuándo». Dos meses más tarde, explotó la burbuja de Internet.

En la inversión, como en la vida, burlarse de la gente que no está de acuerdo con uno es una señal bastante certera de que uno no tiene los datos de su lado.

«Una vez que la gente compra, comienza a descontar evidencia que los desafía», sostiene Goetzmann.

Entonces una burbuja se convierte en un problema.

Fuente The Wall Street Journal – Por Christophe Vorlet

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