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Detectaron uno de cada cuatro niños con trastornos de sueño

El 30% de los niños relevados en un estudio uruguayo sufre trastornos del sueño. Se despiertan, les cuesta conciliar el sueño, transpiran o duermen pocas horas. Lejos de ser "normal", pone en riesgo su crecimiento y hasta su formación.

Durante el sueño. el cuerpo de los niños segrega hormonas que son fundamentales para su desarrollo, como por ejemplo la hormona del crecimiento. Además, en ese período, consolidan los conocimientos que adquirieron durante el día. Ambos procesos se encuentran en jaque en decenas de niños uruguayos.

Así lo demostró un trabajo de Cristina Scavone, profesora de la cátedra de Neuropediatría del Centro Hospitalario Pereira Rossell junto a Virgina Pedemonte y Paula Gandaro, residentes de la especialidad.

«Muchos trastornos que se presentan como patología en Neuropediatría pueden tener una raíz, en el mal dormir de los niños», señaló Scavone a El País. «Pensamos que era muy importante analizar, en nuestra población, qué pasaba».

Estudiaron 169 niños del sector público y privado entre 2 y 15 años y detectaron que 31% (entre 1 y 2 de cada 4) sufría algún trastorno del sueño. Las conclusiones fueron recogidas por los Archivos de Pediatría del Uruguay en «Trastornos del sueño en una población de niños sanos de Montevideo» (marzo de 2014).

Las alteraciones en el sueño presentaron variaciones entre edades: 33% en preescolares, 26% en escolares y 40% en adolescentes. El problema en el sueño se vuelve trastorno cuando ocurre entre 2 y 3 veces por semana y genera alteraciones en la vida del niño.
Resultados.

Si bien las conclusiones no son generalizables a toda la población porque la muestra fue pequeña, los resultados permiten ilustrar la realidad del país.

El estudio encontró a los trastornos del despertar, (o trastornos del arousal) como los más frecuentes. «Son los que se producen en el primer tramo de la noche como el sonambulismo o los episodios de llanto, cuando el niño llora y es difícil de consolar o parece que está despierto y no es así «, ilustró Virginia Pedemonte.

Los segundos más frecuentes fueron los problemas respiratorios, caracterizados por la apnea obstructiva del sueño, un trastorno común donde la respiración se interrumpe o se hace muy superficial. Luego vuelve con un ronquido fuerte.

Las madres fueron invitadas a grabar a sus hijos y los registros sirvieron para identificar ese ronquido típico. «Es el ronquido que tiene una pausa respiratoria: el niño parece que no va a volver a respirar y de repente sigue respirando. Cuando lo graban se nota muy bien», apuntó Pedemonte y aclaró que no siempre el ronquido es sinónimo de apnea.

Este trastorno suele dejarlos inquietos, les provoca problemas para atender en las clases, además de somnolencia y dolores de cabeza. Asociado con la apnea también encontraron la hiperhidrosis o sudoración excesiva al dormir.

Estos últimos dos, la apnea y la hiperhidrosis fueron vistas más en el sector público que en el privado. Mientras que en las mutualistas registraron más casos de desórdenes del despertar y alteraciones de la transición vigiliasueño.

Esta última «tiene que ver con los despertares confusionales, se despiertan y no saben si fue una pesadilla», contó Cristina Scavone. «Son niños que demoran mucho en dormirse, o les cuesta mantener el sueño, se despiertan mucho».

También detectaron el «síndrome de piernas inquietas», una patología en la que los niños mueven mucho sus miembros inferiores y no se pueden dormir por una sensación de urgencia de mover las piernas. Se ha visto asociado a un déficit de hierro.
Alerta.

Scavone y Pedemonte coincidieron en que el estudio evidenció un problema. En las casas de más ingresos, la casa está en total movimiento cuando los niños se acuestan. Ellos se van al cuarto pero siguen con la tablet, el teléfono y el joystick, cuestionaron.

Analía, maestra en una escuela pública de Jacinto Vera, narró a El País que las madres de sus alumnos le cuentan que su niño no durmió porque se quedó mirando un video de terror en YouTube y le dio miedo.

En el otro extremo, los más pobres comparten la cama con los hermanos (cuando no con los padres) y tampoco duermen cómoda y silenciosamente.

«Hay que prestar atención al sueño y ayudar a los sectores más desfavorecidos formando a las familias y ayudando a resolver sus situaciones; y a los más favorecidos aclararles que no por aportar estímulos el niño va a dormir mejor», subrayó Scavone.

«Al contrario», enfatizó. «Ir a dormir debe ser un ritual: el niño se tiene que acostumbrar a que hay que irse a dormir a una hora y que a partir de ahí los estímulos paran».
DETALLES DEL TRABAJO

La población estudiada

Incluyeron niños sanos mayores de 2 años y menores de 15 años que concurrieron a control pediátrico durante abril y mayo de 2012 a cuatro consultorios del primer nivel de atención en Montevideo (dos del sistema público y dos del sistema mutual).
Un problema de hábitos

Cuestionan que los niños de los sectores más favorecidos tienen muchos estímulos que no los dejan dormir; mientras los más desfavorecidos comparten su cama con hermanos. Ni unos ni otros tienen hábitos de ir a dormir en una hora concreta.
Efectos muy negativos

El sueño es una función básica y es la actividad a la que más tiempo dedican desde su nacimiento. Los trastornos repercuten en su vida diaria, comportamiento y su capacidad de aprendizaje.
Resultados que preocupan

El 31% el total de niños encuestados (53/169) presentó algún trastorno del sueño. En el sistema público 28% y en el sistema mutual 37%.

EL PAÍS

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