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No ser madre por elección

Cada vez son más visibles las mujeres que optan por no tener hijos en Uruguay; la presión social aún persiste.

María habla de la posibilidad de tener hijos y toca madera sin patas. «Aún ahora, estando en pareja, si me llegara a pasar me vendrían diez ataques». No lo dice por capricho o rebeldía. La suya es una decisión pensada y tomada hace muchos años, cuando tenía solo siete; ahora va por los 26. «Me acuerdo clarito que había una familiar embarazada y a mí me daba pánico, miedo a los médicos, a lo desconocido… Con el tiempo, y por muchos motivos, la idea se fue haciendo más fuerte. Yo no quiero ser madre».

Tan segura está que, el año pasado, en la consulta ginecológica, le dijo a su médico: «¿Por qué no me vaciás toda? Yo esto no lo voy a usar». Además de negarse, el profesional no salía de su asombro. «Me dijo que me fuera, que no había chance». La incredulidad, y a veces la ofensa, son las reacciones a las que está más acostumbrada. «Pero yo no lo veo como todo el mundo, me extraña cuando me miran raro, no creo que mi decisión sea algo disparatado», aclara.

María forma parte de un número cada vez más amplio -y visible- de mujeres que renuncian a la maternidad voluntariamente. «Estamos en un tiempo histórico y social de transformaciones en el cual se comienza a observar empíricamente en algunos indicadores que hoy hay mujeres que deciden no ser madres. Desde una perspectiva psicosocial, esto responde a una mayor habilitación social del no deseo de maternidad como algo legítimo», explica Alejandra López Gómez, directora del Instituto de Psicología de la Salud de la Facultad de Psicología dela Universidad de la República.

Uruguay, donde la fecundidad de las mujeres se redujo significativamente en los últimos 15 años (ver recuadro), no escapa a un fenómeno global. En Europa, estudios recientes indican que 20% de las mujeres no son madres (solo entre 2% y 3% es por infertilidad) y el Censo 2009 en Estados Unidos reveló que 44% prefería no quedar embarazada. Incluso se creó un término para nombrar a las parejas que deciden no ser padres: se trata de los Dinks (por Double Income No Kids, algo así como Sin hijos, con ingreso doble)

La revolución anticonceptiva y la incorporación de la mujer al mundo laboral aparecen como factores clave en el asunto. «Antes el mundo de la mujer era el ámbito privado, su casa, sus hijos… era lo que manejaba. Ser madre venía en el paquete de la realización femenina. Pero eso se transformó y ahora tiene un mundo a sus pies en el que puede hacer lo que quiera. La maternidad es una opción. Y eso está buenísimo», opina la psicóloga perinatal Claudia López Rodríguez, autora del libro Ser mamá: ilusión y desafío.

López Gómez coincide: «En la medida en que ha habido y hay procesos de transformaciones sociales vinculados a los lugares de las mujeres y a su reconocimiento como objetos deseantes de múltiples proyectos, el no deseo de hijo comienza a aparecer dentro del repertorio de lo posible. Esto habilita a que muchas mujeres se planteen que el proyecto de maternidad no forma parte de su proyecto vital».

Qué dirán

Para Florencia, el escenario está claro, aunque a los 34 reconoce que fue un proceso. «Primero era `no me imagino` o `no de momento`, después `no encuentro ningún motivo por el cual esto pueda ser una buena idea…` Y ahora lo pienso, evalúo todas las alternativas y sé que no me interesa, no soy buena con los niños, no soy de esa gente que aparece un bebé y enseguida se le prende, no me nace». En su caso, la elección no pasa por priorizar el progreso profesional o económico, dos de los motivos que, según los expertos, más pesan en la decisión.

«Mi argumento fundamental, el que más me moviliza, es que mi vida así como está me gusta. No siento la falta de hijos. Me parece una estupidez eso de tener un hijo para realizarse, andá y hacé otra cosa, un curso de algo, no traigas un niño al mundo… Me gusta lo que hago, lo que tengo, lo que soy, mi pareja, las posibilidades de hacer y de no hacer, así estoy bien, estoy feliz, no me imagino cambiando todo esto por un niño», dice sobre su resolución, compartida con su pareja desde hace seis años.

Aunque elige con quién discutir el tema y con quién no, preguntas como ¿para cuándo?` y sentencias del tipo `se te va el tren` aparecen más seguido de lo que quisiera. Para la psicóloga López Gómez, pese al contexto social y cultural favorable, la presión social a favor de la maternidad aún existe. «No deja de ser un proceso y una decisión compleja, porque la expectativa social sigue ubicando al deseo de maternidad y al deseo de un hijo como aquello que legitima el lugar social de las mujeres», señala.

Sin embargo, nada de esto se aplica a los hombres. Según López Gómez, si bien la virilidad está asociada a la «producción de hijos», la paternidad no forma parte de la construcción de su esencia.

Ante la decisión de no procrear es frecuente que recaigan sobre las mujeres presunciones, críticas y cuestionamientos. «Es común que se descalifique esa decisión, que se coloque bajo sospecha, con comentarios del tipo `en realidad seguramente no puede` o `probablemente no quiera porque es lesbiana`, como si esto no fuera posible… Es decir, sostener esa decisión no es fácil ni en los entornos más íntimos ni en los más amplios, como los amigos o el trabajo», dice López Gómez.

El principal argumento contra aquellas que no desean ser madres es que son egoístas. Florencia ya tiene experiencia en dar su punto de vista. «Para mí egoísta es el que tiene la vida que quiere y además tiene un niño y lo acomoda como puede. Yo, como no sé si voy a tener el tiempo, la paciencia y la dedicación para ese niño, no lo tengo».

María prefiere no dar demasiadas explicaciones. «La gente lo cuestiona mucho, capaz que ahora un poco menos, pero en general te miran como un bicho raro». Además de ser tildada de egoísta, ya tiene varias personas ofendidas en su haber. Es que uno de sus principales argumentos es que con la llegada de un hijo se descuida la pareja. «Y yo prefiero cuidar mi pareja, que es la persona que elijo cada día, no como un instrumento para algo», explica. Con cinco años de noviazgo, sabe que para el común de los mortales sus razones resultan «un poco fuertes».
Mandato

Poco tiempo después de ennoviarse, Juan le dijo a Camila que él no quería hijos. Ella decidió que el amor por él valía el sacrificio. Tenían 17 años y se casaron un lustro más tarde. Hoy, a los 61, no se arrepiente. «Siempre digo que Dios escribe derecho por caminos torcidos, porque hice un montón de cosas ayudando a gente que quizás si hubiera tenido mis hijos no las hubiera podido hacer», dice Camila con convicción. A lo largo de estas cuatro décadas tuvo un jardín de infantes, dedicó vacaciones enteras a sus sobrinos, cuidó a su suegro hasta el día que murió y, en los últimos tiempos, se dedica a ayudar a personas en condición de calle. «El camino que no seguí en la vida por un lado, me permitió hacer un montón de cosas por el otro con respecto a la gente».

La historia de Camila es la demostración de que el concepto de maternidad sigue estando íntimamente ligado al de altruismo. «Tiene que ver con esa capacidad de ser un ser al servicio de otros: de los hijos, de los padres, de los que enferman… Nos hemos construido como sujetos que tenemos `capacidad dadora afectiva`, es el mandato social hacia las mujeres», asegura López Gómez. El calificativo egoísta para aquellas que no quiere procrear remite, justamente, a esa idea de que se trata de mujeres que piensan solamente en ellas y no les importa dedicarse a otros. «Es una lectura que persiste. Incluso muchas mujeres sostienen su proyecto de maternidad de alguna forma para no contradecir ese mandato».

Estas presiones y críticas pueden parecer irrelevantes, pero suelen tener un costo psíquico importante. Según los especialistas, las mujeres que deciden no ser madres han reflexionado mucho sobre el tema, bastante más que las que optan por tener hijos. «Saben que es una decisión contracultural, que van a tener que dar cuentas de ella… ninguna mujer tiene que explicar socialmente por qué quiere tener hijos. Y esa es una diferencia nada menor», explica López Gómez.

A este fenómeno se suma otro, también cada vez más habitual: la postergación de la maternidad en determinados sectores de la población. «Muchas mujeres eligen la maternidad más tardía, sobre todo por temas laborales, pero en realidad es una trampa al solitario, en realidad es una elección a la no maternidad. Entonces, capaz que estaría bueno tomar la decisión antes», dice Claudia López sobre su experiencia en el consultorio.

Llegar a la vejez sin hijos es uno de los temores más comunes. Sin embargo, no es razón suficiente para convertirse en madre, coinciden las entrevistadas. «Soy consciente de eso, pero en ese caso tendría hijos por miedo a la soledad, a la vejez, tendría hijos por las razones incorrectas, igual que todo el mundo», dice María.

En Uruguay, alrededor de 8% de las mujeres se practicaron una ligadura de las trompas de Falopio, un método anticonceptivo irreversible. Si bien la mayoría tiene más de 30 años y varios hijos, la legislación vigente establece que el procedimiento es un derecho de todas las mujeres mayores de 21 años con sus capacidades intelectuales y psíquicas plenas. Lo mismo corre para la vasectomía, que se estima está por debajo del 1%.

«La única razón por la que no lo hago es porque quiero darme la posibilidad de arrepentirme. Como no soy infalible, prefiero que la chance exista», dice Florencia, quien más de una vez evaluó recurrir a la ligación tubaria. ¿Piensa en el futuro? «Si algún día, a los 60, me arrepiento, igual no me parece un argumento ni un buen motivo para ahora decidir tener un hijo».

Firme y tajante, María está convencida de que la gente tiene hijos por «las razones incorrectas». «La mayoría te dice `quiero ser padre` o `quiero ser madre`. Se olvidan que es una decisión para toda la vida, quieren satisfacer una necesidad personal a costa de la vida de otro. Cuando me dicen el argumento de `voy a tener un hijo porque quiero brindar todo el amor del mundo a un ser`, me saco el sombrero, pero todavía nunca lo escuché».
Baja fecundidad: consecuencias sociales y económicas

La fecundidad de las mujeres se redujo «significativamente» entre 1996 y 2011 y es la menor de la historia según el Atlas Sociodemográfico y de la Desigualdad en el Uruguay, presentado a mediados de marzo. Según el estudio, las mujeres que llegaron a los 45-49 años culminaron su vida reproductiva con una media de 2,45 hijos (en 1996 era de 2,70), aunque hay heterogeneidades: las montevideanas se ubican alrededor de los 2,1 hijos, por debajo de la media nacional. Esas cifras surgen a partir de un indicador llamado «paridez media final», que observa cuántos hijos han tenido las mujeres al final de su vida fértil.

Tener menor número de niños no solo implica el envejecimiento de la población, sino también «un problema económico serio», porque «enlentece el nivel de actividad de un país», explica el economista Alejandro Cid. «Los resultados de varias investigaciones internacionales recientes muestran que el aumento en la cantidad de personas entre 15 y 24 años tienen una fuerte asociación positiva con el crecimiento del ingreso de los hogares. ¿Cómo es esto? Más niños hoy significa más jóvenes mañana. Y gran parte del crecimiento de la economía proviene de la formación de nuevos hogares».
El instinto materno en el debate

Aunque todavía se especula sobre la existencia o no del instinto materno, la mayoría de los especialistas coincide en que éste aparece con el nacimiento del niño, no antes. «Previo a ser madre puede haber un mandato social o una construcción según tu experiencia personal, pero no creo que lo traigamos como algo fisiológico», opina la psicóloga perinatal Claudia López. «Sí me parece que cuando el hijo nace, sobre todo cuando se da en forma natural, ahí sí se despierta algo que podemos llamar `instinto maternal`, que tiene que ver con construir una relación amorosa, cuidar, proteger».

En su libro El conflicto: la mujer y la madre, la filósofa francesa Elisabeth Badinter sostiene que no todas las mujeres quieren ser madres aunque puedan serlo. Defensora del poder de elegir (también acérrima opositora a la lactancia materna), Badinter se ha cansado de repetir que ser madre no es algo instintivo: «Una mujer puede ser muy feliz y consagrarse a otra cosa que a un hijo. Es ridículo pensar que una mujer está hecha para ser madre».
A favor de vivir sin hijos

Los primeros grupos o movimientos sociales a favor de la elección de no procrear surgieron en los años `70, quizás como coletazo de la aparición de la píldora anticonceptiva. A lo largo de las décadas, los más destacados fueron The National Organization for Non-Parents (1972-1982) en Estados Unidos, No Kidding international, fundada en 1984 (Canadá y Estados Unidos, entre otros) y Kidding Aside, creada en 2000 en Gran Bretaña.

Con el correr del tiempo, el tradicional término childless («sin hijos») fue sustituido por childfree (algo así como «libre de hijos») a modo de remarcar la decisión de no tener niños por elección. El dato curioso: el diccionario Oxford de inglés tiene una entrada para la palabra «childfree» desde 1913.

Además, son varios los autores -en su mayoría mujeres- que han escrito sobre el tema. A la filósofa y feminista francesa Elisabeth Badinter se sumó hace algunos años Corinne Maier, quien generó polémica con su libro No Kid, en el que indica «40 razones para no tener hijos». La autora llama a no sucumbir al imperativo de procrear y argumenta que más allá del parto («una tortura») un hijo significa demasiados sacrificios inútiles. Quizás no tan radical, en Gran Bretaña se impuso la escritora y periodista Helen Croydon, quien acaba de publicar Screw the fairytale (Terminemos con el cuento de hadas), donde cansada de las preguntas y las críticas detalla los motivos por los que no quiere ser madre (ni casarse).

Las estrellas de Hollywood también han hecho su aporte, e incluso soportado con altura las críticas. La actriz británica Helen Mirren volvió sobre el tema en una reciente entrevista para Vogue: «No era mi destino. No me preocupa lo que la gente piense. Ninguna mujer debería tener que explicar porqué no tiene hijos». Cameron Díaz, a los 41 años, dice que si hubiera querido niños, ya los habría tenido. «A las mujeres les da miedo admitir que no quieren ser mamás por temor al rechazo», reflexionó. Y Kim Cattrall, famosa por su papel en Sex and the City, se ha cansado de explicar que nunca quiso tener chicos: «Disfruto de ellos pero no por largos períodos. Son adorables, graciosos y dulces, y luego… me dan dolor de cabeza».

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