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Cantar y bailar son aliados del desarrollo de los más chicos

Prematuros que escuchan cantar a sus madres estabilizan mejor sus ritmos fisiológicos, y niños que se mueven al mismo ritmo que otra persona se vuelven más cooperadores y altruistas, revelan estudios.

No importa si la mamá desafina o si el ritmo es un vals o un reguetón. Cuando un bebé escucha el sonido de una canción o se mueve al unísono con un adulto u otro niño, se generan beneficios que van más allá de un buen momento.

Diversos estudios con niños entre 1 y 11 años han mostrado que el estado que logran cuando bailan, cantan o se mueven al unísono con otros contribuye a desarrollar su socialización y altruismo.

Una experiencia reciente fue realizada por psicólogas de la Universidad de McMaster (Canadá). Según publican en la revista Developmental Science, niños de 14 meses con quienes un adulto bailaba, balanceándose al unísono al ritmo de la música, luego estaban más dispuestos a ayudar a esa persona.
Ritmo.

En 50% de los casos, el niño recogía y le acercaba al adulto un objeto que se le caía «accidentalmente». En tanto, los niños que habían sido balanceados de forma asincrónica ayudaban al adulto solo en 30% de las oportunidades.

Para la psicóloga Javiera Navarro, directora del Programa de Vínculo Temprano de la Universidad Alberto Hurtado (Chile) estos resultados «reflejan lo que la investigación en interacciones tempranas suele comparar con una armonía o una danza que se genera cuando hay una buena vinculación entre un bebé y su madre, padre u otro cuidador, aun cuando no haya realmente una música sonando».

De hecho, las autoras señalan que «no es claro que la música sea necesaria, sino que es más bien el seguir un ritmo a intervalos regulares lo que estimula un movimiento sincrónico entre las personas». Compartir este balanceo simultáneo ayuda a sentirnos conectados con otros, por lo que inspira conductas altruistas.

Estudios previos muestran que ese efecto permanece en el tiempo. Investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, determinaron que niños de 4 años que caminaban y cantaban juntos al ritmo de la música que emitía un juguete, luego tendían a ayudar más a otros en actividades como recoger bolitas que se caían. Además, elegían con mayor frecuencia soluciones cooperativas.

Para Navarro, tiene sentido. «Es en las relaciones y vínculos relevantes que aprenden a regularse afectivamente, crecen emocionalmente y desarrollan conductas como colaborar, socializar o empatizar».

Entre niños mayores han hallado reacciones similares. Un estudio del Centro de Música y Ciencia de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra analizó el comportamiento de dos grupos de niños y niñas de 8 a 11 años.

Entre sus conclusiones obtuvieron que el grupo que debía jugar a coordinarse rítmicamente, mostraba luego más alegría por la felicidad de otros y más capacidad para leer emociones en expresiones faciales, en comparación con el otro grupo, donde los niños realizaban una actividad compartida, pero sin un componente rítmico.

De ahí que sus autores subrayen que sus hallazgos «destacan el potencial de la interacción musical grupal para promover capacidades socioemocionales».
Calma.

Los beneficios de escuchar un sonido armonioso comienzan muy tempranamente. En un estudio con 86 prematuros nacidos entre las 32 y 36 semanas, investigadores del Centro Médico Meir, de Israel, midieron qué sucedía si sus madres les cantaban durante 20 de los 40 minutos diarios que pasaban en contacto piel a piel con ellas. Detectaron que con esta sencilla intervención, los bebés lograban una mayor estabilidad de su ritmo cardíaco, considerado un signo de maduración del sistema nervioso autónomo.

«En recién nacidos con muy bajo peso, esto se relaciona con un mejor desempeño neurológico, incluyendo sus habilidades motoras gruesas y procesamiento mental», explicó Shmuel Arnon, autor principal del estudio, publicado en la revista Acta Padiátrica.

Otros estudios han mostrado que prematuros que escuchan música o el canto de su madre también presentan mejorías como mayor oxigenación, menos episodios de apnea, mayor ganancia de peso y mejor tolerancia a la alimentación. Por eso, algunos especialistas aconsejan incentivar que los prematuros escuchen la voz de su madre, siempre que sea posible.

Para Marcial Osorio, jefe de neonatología de la Clínica Alemana (Santiago), estas intervenciones «son acordes con el enfoque de la Neonatología actual, que busca aportar las mejores condiciones para que los prematuros puedan desarrollarse, incluyendo controles lo menos invasivos posible y espacio para que los padres estén con ellos el mayor tiempo posible». Esto ha demostrado traer beneficios de largo plazo a nivel físico y cognitivo.
Las cifras
50%

Adoptaba acciones de ayuda a los demás cuando un adulto bailaba con el al unísono.
20

Minutos diarios de canto maternoestabilizó el ritmo cardíaco de los prematuros.
LAS CLAVES DEL TEMA
El ritmo

Investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, determinaron que niños de 4 años que caminaban y cantaban juntos al ritmo de la música que emitía un juguete, luego tendían a ayudar más a otros en actividades como recoger bolitas que se caían, en comparación con los que cantaron solos. Además, elegían con mayor frecuencia soluciones cooperativas.
Alegría

Un estudio del Centro de Música y Ciencia de la Universidad de Cambridge que analizó el comportamiento de dos grupos de niños y niñas de 8 a 11 años, concluyó que el grupo que debía jugar a coordinarse rítmicamente, mostraba más alegría por la felicidad de otros y mayor capacidad para leer emociones en expresiones faciales.
El corazón

En un estudio con 86 prematuros nacidos entre las 32 y 36 semanas, investigadores del Centro Médico Meir, de Israel, midieron qué sucedía si sus madres les cantaban durante 20 de los 40 minutos diarios que pasaban en contacto piel a piel con ellas. Detectaron que con esta sencilla intervención, los bebés lograban una mayor estabilidad de su ritmo cardíaco, considerado un signo de maduración del sistema nervioso autónomo.

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