Expectativa y temor por nuevo videojuego sobre ciberseguridad

A casi dos años de su anuncio inicial y ante la expectativa de miles de aficionados y curiosos, hoy sale a la venta a nivel mundial Watch Dogs, un videojuego donde el protagonista controla el mundo hackeando los sistemas que le rodean. Cualquier similitud con los tiempos que corren no es pura coincidencia.

«Puse el canal CNN y la primera frase que escuché fue `invasión de la privacidad`. Cambié de canal y en Fox estaban hablando de `vigilancia`, entonces le dije a mi director creativo que esas palabras clave tenían que ser nuestros objetivos», dijo Dominic Guay, uno de los desarrolladores de Ubisoft, la firma detrás del novedoso producto.

«Sabíamos que teníamos un tema pertinente», agregó el desarrollador al dar un avance a la del juego en la conferencia E3 de 2013. Los comentarios dieron resultado y convirtieron a Watch Dogs en uno de los títulos más esperados de las consolas de videojuegos, sector que capta cada vez a más adultos.

El juego, que se desarrolla en una versión futura de Chicago, Estados Unidos, narra la vida de Aiden Pearce, un hacker que usa su teléfono para acceder al Sistema Operativo Central de la ciudad y controla desde el sistema eléctrico hasta las redes bancarias y telefónicas.

Normalmente los jugadores derrotan a sus adversarios con fusiles, espadas, láseres o poderes especiales, pero aquí el usuario controla a un antihéroe que puede acceder a todo a medida que avanza niveles: desde conversaciones telefónicas hasta registros médicos, computadoras y luces de semáforos.

Este tipo de hackeo evoca las revelaciones de Snowden, el ex analista que actualmente se esconde en Rusia por delatar el sistema electrónico de vigilancia usado por las autoridades estadounidenses. Los documentos divulgados por Snowden sugieren que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) tenía los registros de llamados telefónicos de millones de estadounidenses y obtenía datos informáticos de usuarios de Internet en el exterior.

El debate sobre la hipervigilancia tuvo otro pico tras los mortíferos atentados con bomba en el maratón de Boston, luego del cual se consideró agregar más cámaras en las calles de las grandes ciudades.

En Watch Dogs, Pearce comienza su odisea buscando venganza por un asunto personal de tipo amoroso, pero a medida que descubre más datos de los habitantes de la ciudad se va transformando en una suerte de «vigilante comunitario». «La mayoría de los `trucos` que tienen lugar en el juego están basados en cosas reales que pasaron en la vida real», aseguró Guay a cerca de su producto.

Guay añadió que la tecnología está haciendo posible ahora predecir un mundo no muy distinto al que había vaticinado George Orwell en su novela «1984», donde el Gran Hermano lo observa y lo controla todo.

Orwell «tenía un punto de vista extremo sobre lo que era un mundo distópico en aquel momento», afirmó. «Pero pienso que estamos llegando al momento en el que la tecnología se pone al día con su visión».

La elección de Chicago como marco, con sus callejones, inmensos edificios y cientos de ciudadanos, no ha sido arbitraria. En el juego, con solo etiquetar a una persona en el celular ya se sabe su edad, ingresos económicos, religión o enfermedades.

Sus creadores, publicó El País de Madrid, quieren con esto llamar a la reflexión sobre el impacto de las tecnologías y la hiperconectividad en el ser humano. Y por eso han elegido a Chicago, la ciudad más conectada de los Estados Unidos con sus 24.000 cámaras de seguridad.

«Es un juego diferente a lo que hemos visto hasta ahora. Durante los últimos años, los medios de comunicación han caricaturizado la figura del hacker. Ahora todos tenemos un mayor conocimiento. Y lo que hace este juego es usar herramientas de hacking para lograr objetivo», explica el hacker y fundador de la empresa de seguridad digital Toucan System, Jonathan Brossard, al periódico español.

Otro de los elementos que han sido objeto de cuestionamientos es que la figura del hacker y las violaciones de contraseñas y sistemas privados es planteado como algo positivo y simpático, asociado a una imagen de héroe liberador.

Para Vitaly Kalmuk, de la empresa Kasperky que ha asesorado en el proyecto, lo que ocurrió en Moscú el pasado enero es un buen ejemplo de lo que Aiden puede llegar a hacer. Según El País de Madrid, un hacker desconectó las cámaras de control de velocidad de la ciudad dejándolas sin servicio durante más de dos semanas.

Ubisoft afirmó que la firma ha recibido una enorme cantidad de órdenes anticipadas del juego -cuya salida estaba originalmente planeada para noviembre del año pasado-, lo cual sugiere que será un gran éxito de ventas.

«Nuestros equipos han trabajado sin cansancio para que los jugadores disfruten un juego de gran calidad y con un gran alcance, y no vemos la hora de ponerlo en el mercado», dijo el vicepresidente senior de mercadeo en Ubisoft, Tony Key, el pasado viernes.

Críticos e integrantes de organismos que protegen la seguridad en Internet se preguntan si el videojuego no pasará los límites del entretenimiento, dando claves para sortear contraseñas reales. Watch Dogs estará disponible para estas consolas: PS4, PS3, Xbox One, Xbox 360 yttambién habrá soporte para PC. (Fuente: El Mercurio/GDA)
LAS CLAVES
Temas urticantes

Control, falta absoluta de privacidad, hackers e hiperconectividad, publicó eleconomista.es, son los pilares sobre los que gira el videojuego Watch Dogs, que se estrena hoy en todo el mundo.
El antihéroe

El protagonista utiliza sus conocimientos informáticos para tener a su disposición todos los recursos que necesite para ayudar a su familia. En el camino, viola contraseñas, cuentas bancarias y sistemas eléctricos de la ciudad en la que vive; paradógicamente, Chicago, uno de los sitios más conectado de Estados Unidos.
Realidad y juego

Uno de sus creadores explicó a la prensa que su idea fue que el público se planteara preguntas como qué significa para su seguridad y su privacidad vivir en un mundo que esté hiperconectado y cuáles pueden ser los beneficios y peligros de que la realidad llegue a igualar la fantasía.

EL PAÍS