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La nueva cárcel de los famosos

Campanero se transformó en una palabra repetida. Un cerro en Lavalleja lleva ese nombre, también un arroyo y una chacra, pero no cualquier chacra. Campanero queda a ocho kilómetros de la ciudad de Minas por ruta 8.

En Montevideo, Campanero, más que nada, era conocido por ese establecimiento rural habitado, no por peones y capataces, sino por reclusos, los de mejor conducta y en los cuales el sistema confía plenamente en su recuperación y los prepara para salir. Ser destinado a esa chacra era todo un premio y aún lo sigue siendo para quienes logran pasar los exámenes a cargo de un equipo de especialistas.

Al lado de esa chacra, se construyó una cárcel de seguridad media. La cárcel de Campanero.

Tiene muros, alambres de púa, garitas para los guardias, y está dividida en sectores. Unos 20 de los 67 presos que a mediados del año pasado estaban alojados en Cárcel Central en pleno centro de Montevideo, fueron para ahí.

Siempre se sostuvo, incluso por las actuales autoridades del Ministerio del Interior, que los procesados con cierto nivel de influencia o poder económico podían quedarse en la hoy cerrada Cárcel Central que ofrecía notoriamente mejores condiciones que la mayoría de la penitenciarías.

Actualmente quien cumple el rol de la ex Cárcel Central es Campanero y también la de San José, a pesar que el director del Instituto Nacional de Rehabilitación, Luis Mendoza, insiste con que se “terminó el sistema de privilegios”. “No hay cárceles ni reclusos con privilegios”, insiste.

En Campanero hay un régimen de visita de dos veces a la semana y se permite a los delincuentes tener celular. Ahí está alojado en una de sus celdas el propietario de Leadgate, Matías Campiani y sus socios, Arturo Álvarez Demalde y Sabastián Hirsch, procesados por un delito continuado de estafa en el affair Pluna.

El fiscal especializado en Crímen Organizado, Juan Gómez –que pidió que los manden a prisión– es el mismo que reclamó procesar pero sin cárcel, al renunciante ministro Fernando Lorenzo (Economía), y a Fernando Calloia, presidente del Banco República. Ambos pedidos fueron por el delito de abuso de funciones.

Campanero también aloja entre sus presos célebres al asesino Pablo Concálvez que en los 90 mató a tres mujeres y conmocionó a la sociedad. Anduvo por varias cárceles, fue agredido por otros reclusos que lo dejaron al borde de la muerte e incluso se casó en prisión con una maestra.

El último de los famosos en llegar a Campanero fue Javier Moya el empresario gastronómico puntaesteño, procesado por mantener relaciones sexuales con una menor de 15 años a cambio de dinero y otros beneficios.

Fuente El observador

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