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Tras bambalinas había un tesoro oculto

Nadie esperaba que la reconstrucción del teatro Miguel Young de Fray Bentos permitiera encontrar una joya arquitectónica que trasciende fronteras. Los expertos coinciden en que están frente a algo más que un espacio artístico del interior.

Poseedor de un valor incalculable se perfila como una pieza distinguida del arte contemporáneo sudamericano. Una experta argentina asegura que se enamoró de la obra y no duda en afirmar que posee rasgos superiores al propio teatro Colón de Buenos Aires o al Hotel Casino Carrasco de Montevideo.

Las molduras de los palcos están laminadas en oro, pero por desconocimiento fueron pintadas en tres oportunidades ocultando la belleza original de la obra. Lo mismo con el manto de arlequín que posee un valor incalculable y hoy se encuentra depositado en un galpón del exfrigorífico Anglo.

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Agustina Esperon es una experta argentina que desde hace 30 años se especializa en la recuperación de piezas antiguas aplicando técnicas milenarias.

Es profesora en la cátedra de Conservación Patrimonial en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. En su currículum se detalla que cumplió una pasantía sobre conservación en Notre Dame, París y posteriormente participó en la restauración del Teatro Colón; en la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar y en la Catedral de Buenos Aires. En Uruguay estuvo trabajando en el Hotel Casino Carrasco.

Varios jerarcas han cambiado a tres años de iniciadas las obras con un presupuesto inicial de 16 millones de pesos. En primera instancia la idea fue dejarlo parcialmente habilitado para el 4 de enero de 2013 cuando cumplió 100 años, pero los plazos se fueron postergando por falta de recursos dada la magnitud de la obra.

Cuando las autoridades locales decidieron contar con los servicios de Agustina Esperon para un proyecto puntual, nunca se imaginaron el desarrollo de la historia que vendría con el paso de los días.

La experta fue descubriendo tesoros que estaban condenados a permanecer ocultos debajo de pinturas y reformas que se sucedieron desde los años 60, como el laminado en oro de origen que por desconocimiento fue lijado y pintado en tres oportunidades a lo largo de los últimos 50 años.

El teatro se diseñó con estilo ecléctico e historicista, con influencia italiana y elementos art nouveau. El exterior está coronado por esculturas de cinco metros de altura, que simboliza la inspiración, la música y la poesía.

Las llaves fueron entregadas por Antonio Llambías de Olivar en diciembre de 1912, pero fue inaugurado el 4 de enero 1913, con la presencia del poeta Juan Zorrilla de San Martín, que recitó la «Leyenda patria».

Se trata de una de las cuatro construcciones de Río Negro, que fueron declaradas patrimonio histórico nacional. El aforo original del teatro era de 371 personas y una platea para 280 espectadores. La capacidad ahora se verá ampliada.

En la época de construcción (1909) Miguel Young resolvió emplear los materiales de mejor calidad que fueron importados de Europa. Nadie documentó sobre el arte que se aplicó en ese teatro lo que dio paso a una suerte de sacrilegio cuando desde mediados del siglo XX pasó a ser municipal.

Esperon cuenta que «primero hicimos la aproximación por medio de la historia apelando a los pocos datos que existían».

«Luego avanzamos con los estudios arqueológicos para saber qué es lo que hay debajo de lo que vemos y posteriormente pasamos a las muestras de laboratorio en Buenos Aires que nos confirman lo que encontramos», indicó la profesional.

Miguel Young «era un inglés muy pudiente y de muy buen gusto que vino con todo el proyecto del Anglo». La historia local cuenta que decidió hacer un teatro para su amada. «No escatimó en nada, trajo lo mejor de Europa y Buenos Aires para hacer este edificio que es una verdadera sorpresa en cada cosa que toco», señaló.

Aclaró que las molduras sobre los palcos «es algo que está bien investigado. Se tomaron catorce muestras que fueron analizadas y el resultado es coincidente en todos los casos»

«Te puedo decir que en todos lados encontramos láminas de oro. Fuimos decapando con bisturí y obtuvimos el diseño que es realmente llamativo porque es toda la pieza dorada. Por lo general en el teatro Colón o el hotel Casino Carrasco, el oro se aplicó a iluminaciones que se hacían sobre la moldura y acá encontramos que todo está recubierto con láminas de oro, incluso la boca escénica, la presentación de los telones y de todo lo que es el espacio escénico», indicó.

No dudó en expresar que se está en presencia «de un valor incalculable en dedicación, en buen gusto, en todo sentido», pero estima que recuperarlo por completo es algo que podría llevar muchos años.

EL PAÍS

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