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Voluntarios abrazan a bebés abandonados en el Pereira Rossell

Eran bebés que nacían abandonados de mimos. Recibían atención en salud pero no tenían a alguien que los estimulara, que jugara con ellos, les cantara, les diera besos o los aupara. Podían pasar varios meses en el Hospital Pereira Rossell luego de nacer , sin ninguna razón médica que lo ameritara, sino porque habían sido apartados de sus familias por la vulneración de algún derecho esencial. Esperaban que un juez decidiera cuál sería su futuro: volver a su familia biológica o ser entregados en adopción.

Seis meses atrás esa realidad cambió. Siguen siendo desvinculados de sus familias al nacer, pero en la sala de bebés abandonados que hay en ese hospital –donde nace el 16% de los bebés de todo el país–, hay voluntarios del «Proyecto Canguro» que están disponibles las 24 horas, todos los días del año, con la misión exclusiva de mimarlos.

Sobre el mediodía, el miércoles que El Observador visitó la sala, el sonido predominante era el llanto. Los bebés comenzaban a despertarse pidiendo comida, casi al unísono. No fueron las enfermeras quienes los atendieron, que se dedican al cuidado de los internados por cuestiones de salud. Fueron voluntarias.

Algunos de los bebés son visitados por sus padres, pero otros no. Incluso hay casos en los que no se los puede encontrar. También durante la visita, ingresó a la sala una madre con custodia policial. Tenía esposas en los brazos y en los pies. Se las sacaron, se lavó las manos –requitiso obligatorio para todos los que entran a la sala– y tomó a su bebé.

A cada uno de los recién nacidos, las «canguras» (como se llaman entre ellas) les tomaron la temperatura, les cambiaron el pañal, los bañaron y alimentaron. Luego los mantuvieron a upa el mayor tiempo posible. Por ejemplo, Sofía además le cantaba.

Son bebés de pocos días o meses, pero la mayoría de ellos no tiene el tamaño que debería. Es usual que nazcan con bajo peso, por lo que son muy chiquitos. Santiago, por ejemplo, pesó 1.230kg al nacer. Era el que nació con el menor peso. Martina había pesado 1.620kg.

Ese día eran seis los bebés que esperaban la resolución de la justicia de Familia, pero es una cantidad que varía diariamente. Pueden ser tres, aunque a veces llegan a diez. Un juez ya se había expedido sobre una bebé, que permanecía en la sala y lo iba a hacer hasta este fin de semana, cuando ingresara a uno de los dispositivos del INAU.

El desvínculo de los recién nacidos de sus padres es una problemática que el país arrastra desde hace más de 20 años. La mayoría son separados de sus madres porque al momento del parto consumían drogas. La llegada de estos bebés muchas veces está acompañada de síndrome de abstinencia, como consecuencia de ello. Esto se refleja en «bebés que presentan una forma de expresarse diferente» y «son los que más alteran la sala», sostuvo Pamela Moreira, doctora en Derecho y presidenta de la Fundación Canguro. «Tienen un llanto resistente, bastante movimiento y con ellos es difícil el acune», describió. Por esa razón, realizaron una capacitación a los voluntarios sobre el manejo de bebés en abstinencia.

Pero también hay casos en donde no quieren hacerse cargo de los recién nacidos y expresan su voluntad de entregarlos. En todos los casos, luego del informe de servicios sociales del hospital, es el juez quien toma la decisión de si vivirá con su familia o será dado en adopción.

Sin embargo, los plazos establecidos por la ley siguen siendo incumplidos. No deberían superar los 45 días, pero hay casos en que los bebés abandonan el hospital y conocen la luz solar por primera vez a los tres meses. Una de las bebas que está en la sala nació a mediados de noviembre y sigue allí.

«Las funciones que cumplimos de sostener, cantarles, hablarles, tiene que ver con esa ausencia que tienen de familia. Como no la tienen o sí pero débilmente, nosotras tratamos de que ese bebé no tenga esa falta de cuidados emocionales. Tienen una vulnerabilidad familiar que por derecho les corresponde», sostuvo a El Observador la vicepresidenta de la Fundación Canguro, Soledad Vieytes, quien es socióloga especializada en derechos de infancia y políticas públicas

La directora del hospital de la mujer del Pereira Rossell, Mara Castro, sostuvo a El Observadorque sabían de la «necesidad afectiva y de las carencias con las que salían estos bebés», pero no veían «la manera de poder engranar eso». «Un niño se alimenta mejor, crece y se desarrolla cuando tiene la familia al lado», dijo. Antes en esa sala «tenían enfermeras que hacían asistencia. Mimaban, pero no tenían tiempo porque debían atender al niño siguiente», agregó Castro.

Mientras la mayoría de los uruguayos decidió pasar Navidad y fin de año con sus familias, hubo mujeres que eligieron hacerlo con estos bebés abandonados. En total son 150 voluntarios que participan del Proyecto Canguro, la mayoría mujeres de entre 20 y 45 años, pero hay tres hombres en el grupo. Empezaron siendo 20 y tenían miedo de no poder cubrir los turnos. Sin embargo, se sorprendieron porque además de esa cantidad, hay otros 70 en lista de espera. Quienes quieran participar del proyecto deben enviar un mensaje a la página de Facebook «Fundación Canguro»

INAU: «Hay demoras pero no son tiempos grandes»

Entre agosto y diciembre de 2016 fueron 34 los recién nacidos en el Pereira Rossell que pasaron a estar a disposición del Instituto del Niño y del Adolescente por decisión de un juez. Según informó su director, Fernando Rodríguez, el problema de incumplimiento de plazos por parte del INAU en recién nacidos que tenían el alta médica, como consecuencia de falta de cupos en hogares para bebés, “fue revertida en el segundo semestre del año pasado”.

“Cuando están a disposición nuestra –que es luego de que se expide el juez– puede haber unos días de demora porque lleva un tiempo el encuentro definitivo con la familia adoptante. Pero nunca son tiempos grandes”, aseguró. Esta mejora se debió a la “readecuación institucional” que implementó una unidad de emergencias para estos casos.

“Estamos evaluando potenciar los dispositivos que tenemos, pero también si necesitamos dispositivos especializados en tema bebés. No hemos concluido que no los precisamos”, sostuvo Rodríguez. Sin embargo, todavía hay demoras en la elaboración de los informes por parte del departamento de servicios sociales, que es el paso previo para que el juez tome una decisión con respecto al futuro del bebé, y por eso sigue habiendo niños que aguardan semanas y meses un destino.

Fuente: Observador

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